lunes, 8 de abril de 2013

Exilio

RTVE

Una vez me contaron un chiste que me hizo pensar durante mucho tiempo. Luego lo vería contado en la excelente película 9 reinas, y ahí otra vez me hizo pensar. Hoy estaba viendo las noticias (lo sé, culpa mía) y dentro de mí se ha encendido una gran llama de indignación. Tal vez porque, impasible, mientras las veía, se me ha escapado una lágrima. No una visible, sino una de las que abrasan por dentro y que se sienten peor cuando te crees insensible. 

Pero primero el chiste. Cuentan que un alumno, a raíz de un rumor que corría por la unversidad, decide preguntar a su profesor sobre la condición sexual de éste. El profesor, un hombre ya mayor, pregunta a su alumno: "¿Tú te dejarías dar por culo por 10 euros?". El chico contesta escandalizado "por supuesto que no, pero hombre, yo no soy marica". Y el profesor continua "¿y por 100?", a lo que el alumno vuelve a negar, "que no profesor, que yo le respeto, oiga, pero que no soy maricón". "¿Y por 10000 euros?" "No, eso es mucho dinero, pero yo no vendo mi cuerpo por guarradas, que no hombre, que a mí me gustan las tías". "¿Y por un millón de euros?". El joven ahí ya no resiste más. "Bueeeeno, hombre, por ese dinero, cualquiera, ¿pero quíen va a dar un millón de euros para darme por el culo?". El profesor, quitándose las gafas con fatiga le mira a los ojos y le dice a su alumno "ve, lo que no falta son maricones, lo que falta es el dinero".

¿Por qué me he acordado de este chiste precisamente hoy? Porque es así cómo funciona el mundo. Dan ganas de arrojar la toalla y esperar una oferta monetaria adecuada por la que vender el alma. Ver el telediario es un especie de escrache psicológico al que nos prestamos los que queremos morir sin la anestesia de la ignorancia o la mentira. Impotente, inútil, pero cada vez más doloroso. Y quién sabe si necesario. A veces ese baño de realidad hiriente e insolente nos hace agarrarnos a este mundo, a esta tierra.

Hablan mucho del exilio forzoso de los jóvenes. Es curioso cómo la gente que ha gestionado la cosa pública sólo nos propone abandonar nuestra tierra como solución, porque aquí hemos acabado con todo. Y es muy fácil de entender. Son muy patriotas cuando se trata de vivir con todos los privilegios, pero cuando se trata de ser español con sus compromisos y deberes, se llevan el dinero a Suiza, como hace todo el mundo. Todo por nuestra culpa.

¿Cómo podemos ver natural que a una pensionista se le diga que va a perder servicios sociales y poder adquisitivo porque hay que hacer sacrificios, y lo acepte? Sobre todo cuando aceptamos que poner impuestos y quitar privilegios a los ricos hará que estos salgan por peteneras a paraísos fiscales. Vemos natural que el que más tiene haga todo lo que sea por su dinero, mientras que el que nada tiene lo de todo por los suyos. Los pobres muchas veces no entienden de marcas patrióticas, sólo entienden del inmediato del hambre y la miseria. Y lo tenemos aceptado, escrito en nuestros genes parece.

Hoy veía en las noticias a una profesora portuguesa que estaba dispuesta a renunciar a su paga extra para que con ese dinero se generara trabajo. Esa mujer, como tantos otros, como la gran mayoría, debería estar en los altares, en los libros de texto, en los cuentos y en las canciones. Me ha hecho hervir la sangre la conciencia de que el interés de unos pocos está intentando quebrar la lógica de los pueblos, que es que juntos somos más. Y no podrán.

No podrán, al menos en la república independiente de mi conciencia. No perderé la fe en la gente que sigue adelante con la mitad demostrando la vileza de aquellos que con más del doble tienen la maleta preparada para abandonar el barco a la primera de cambio. Como las ratas. Y es más, el escrache es poco para esta panda de cobardes que han acabado con el futuro de todos sumiéndonos en las tinieblas de un pasado que ninguno echábamos de menos. Sólo los nostálgicos de la desigualdad y la ignorancia pueden disfrutar viendo la demolición de unos logros que eran para todos.

Mientras no sintamos pena por el desvalido y el oprimido, aquí o en la china, a pesar de sus pecados y sus errores, no nos quitaremos el yugo asfixiante de una casta de sociópatas que nos llevan al abismo. Uno real, y que no es sólo económico, sino que nos afecta a todos: qué es el ser humano. Qué queremos ser. Y yo, personalmente, estoy con la profesora de ese colegio portugués, no con la Troika o el FMI. Y esto no significa que no quiera sacrificar, sacrificar de lo poco que tenga. Pero lo de todos, que siga siendo así.

Y el que no quiera un mundo en el que se luche, se batalle y se sacrifique por las personas, por todas, ya sabe cuál es la solución a sus problemas. El maldito exilio. Porque ya no pertenecerá a mi especie.

*Nota al pie

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