lunes, 8 de abril de 2013

Exilio

RTVE

Una vez me contaron un chiste que me hizo pensar durante mucho tiempo. Luego lo vería contado en la excelente película 9 reinas, y ahí otra vez me hizo pensar. Hoy estaba viendo las noticias (lo sé, culpa mía) y dentro de mí se ha encendido una gran llama de indignación. Tal vez porque, impasible, mientras las veía, se me ha escapado una lágrima. No una visible, sino una de las que abrasan por dentro y que se sienten peor cuando te crees insensible. 

Pero primero el chiste. Cuentan que un alumno, a raíz de un rumor que corría por la unversidad, decide preguntar a su profesor sobre la condición sexual de éste. El profesor, un hombre ya mayor, pregunta a su alumno: "¿Tú te dejarías dar por culo por 10 euros?". El chico contesta escandalizado "por supuesto que no, pero hombre, yo no soy marica". Y el profesor continua "¿y por 100?", a lo que el alumno vuelve a negar, "que no profesor, que yo le respeto, oiga, pero que no soy maricón". "¿Y por 10000 euros?" "No, eso es mucho dinero, pero yo no vendo mi cuerpo por guarradas, que no hombre, que a mí me gustan las tías". "¿Y por un millón de euros?". El joven ahí ya no resiste más. "Bueeeeno, hombre, por ese dinero, cualquiera, ¿pero quíen va a dar un millón de euros para darme por el culo?". El profesor, quitándose las gafas con fatiga le mira a los ojos y le dice a su alumno "ve, lo que no falta son maricones, lo que falta es el dinero".

¿Por qué me he acordado de este chiste precisamente hoy? Porque es así cómo funciona el mundo. Dan ganas de arrojar la toalla y esperar una oferta monetaria adecuada por la que vender el alma. Ver el telediario es un especie de escrache psicológico al que nos prestamos los que queremos morir sin la anestesia de la ignorancia o la mentira. Impotente, inútil, pero cada vez más doloroso. Y quién sabe si necesario. A veces ese baño de realidad hiriente e insolente nos hace agarrarnos a este mundo, a esta tierra.

Hablan mucho del exilio forzoso de los jóvenes. Es curioso cómo la gente que ha gestionado la cosa pública sólo nos propone abandonar nuestra tierra como solución, porque aquí hemos acabado con todo. Y es muy fácil de entender. Son muy patriotas cuando se trata de vivir con todos los privilegios, pero cuando se trata de ser español con sus compromisos y deberes, se llevan el dinero a Suiza, como hace todo el mundo. Todo por nuestra culpa.

¿Cómo podemos ver natural que a una pensionista se le diga que va a perder servicios sociales y poder adquisitivo porque hay que hacer sacrificios, y lo acepte? Sobre todo cuando aceptamos que poner impuestos y quitar privilegios a los ricos hará que estos salgan por peteneras a paraísos fiscales. Vemos natural que el que más tiene haga todo lo que sea por su dinero, mientras que el que nada tiene lo de todo por los suyos. Los pobres muchas veces no entienden de marcas patrióticas, sólo entienden del inmediato del hambre y la miseria. Y lo tenemos aceptado, escrito en nuestros genes parece.

Hoy veía en las noticias a una profesora portuguesa que estaba dispuesta a renunciar a su paga extra para que con ese dinero se generara trabajo. Esa mujer, como tantos otros, como la gran mayoría, debería estar en los altares, en los libros de texto, en los cuentos y en las canciones. Me ha hecho hervir la sangre la conciencia de que el interés de unos pocos está intentando quebrar la lógica de los pueblos, que es que juntos somos más. Y no podrán.

No podrán, al menos en la república independiente de mi conciencia. No perderé la fe en la gente que sigue adelante con la mitad demostrando la vileza de aquellos que con más del doble tienen la maleta preparada para abandonar el barco a la primera de cambio. Como las ratas. Y es más, el escrache es poco para esta panda de cobardes que han acabado con el futuro de todos sumiéndonos en las tinieblas de un pasado que ninguno echábamos de menos. Sólo los nostálgicos de la desigualdad y la ignorancia pueden disfrutar viendo la demolición de unos logros que eran para todos.

Mientras no sintamos pena por el desvalido y el oprimido, aquí o en la china, a pesar de sus pecados y sus errores, no nos quitaremos el yugo asfixiante de una casta de sociópatas que nos llevan al abismo. Uno real, y que no es sólo económico, sino que nos afecta a todos: qué es el ser humano. Qué queremos ser. Y yo, personalmente, estoy con la profesora de ese colegio portugués, no con la Troika o el FMI. Y esto no significa que no quiera sacrificar, sacrificar de lo poco que tenga. Pero lo de todos, que siga siendo así.

Y el que no quiera un mundo en el que se luche, se batalle y se sacrifique por las personas, por todas, ya sabe cuál es la solución a sus problemas. El maldito exilio. Porque ya no pertenecerá a mi especie.

lunes, 11 de marzo de 2013

¿Qué nos pasa?

Skyline de Frankfurt, cortesía de la wikipedia
Para encontrar la solución a un problema lo mejor es definir bien de qué se trata. Si nosotros vamos al médico y le decimos "me duele ahí y es un dolor un poco así", probablemente no podrá hacer un diagnóstico efectivo. De igual modo, cuando el médico va a aplicar un tratamiento, no vale con que diga "le vamos a amputar la pierna porque tiene un dolor así así y tiene una pinta mala mala". Si la pierna nos lo permite, saldremos corriendo. Y es así con prácticamente todo. Si queremos solucionar un problema hay que analizarlo bien y aplicar las medidas oportunas.

Algo parecido está pasando en Europa y en nuestro país. Al parecer los españoles, junto con el resto de europeos de segunda, sufrimos un problema de deuda. Esto es el equivalente a un "dolor de cabeza". El diagnóstico ha sido que los países están muy endeudados, tanto a nivel público como privado, por lo que hay que reducir esa deuda y asunto solucionado. Con esa simpleza despacha el problema nuestro presidente honorario el notario Brey. Te puede doler la cabeza por una gripe, por una migraña, por estrés o por un tumor, pero los sabios europeos y mundiales han decidido que eliminando el síntoma se elimina el problema. Hay que reducir el déficit, y entonces, todo volverá a ser como antes.

Bien, pero ¿cuál es el problema real? Decir que los abultados déficits de la zona euro son un problema aislado lleva irremediablemente a una visión paternalista del problema. Unos países han "vivido por encima de sus posibilidades" y han arrastrado a sus compañeros a la recesión e incertidumbre. Los vagos españoles, los irresponsables italianos, los codiciosos irlandeses y los débiles portugueses. Y los griegos, que son el epítome de todos los pecados de la crisis. Incluso los vanidosos franceses, con todas esas vacaciones y esos privilegios de la sociedad del bienestar, son mirados con suspicacia.

Y así es como se está escribiendo la Historia: la crisis tiene países buenos y países malos. Por supuesto, como en todo relato maniqueo, los malos son castigados para que vuelvan a la única senda posible: la del crecimiento. ¿Qué es el crecimiento? Pues, llana y sencillamente, pagar tus deudas. Quedan lejos los años en los que Alemania y Francia rompieron el pacto de estabilidad presupuestaria europeo, que establecía unos límites rígidos de déficit, con la justificación del crecimiento. "Miren, si no nos endeudamos, no podemos crecer" dijeron. Y nosotros dijimos "vale". España, por cierto, cumplió todos los pactos de estabilidad presupuestaria porque crecía gracias a otra cosa, a cierta burbuja.

Como en todo hay que tener en cuenta diferentes opiniones. Y tiempos. Hace diez años la economía alemana estaba gripada. Aunque el ciclo económico era expansivo, el paro subía. A esto se añadía la competencia de las potencias emergentes, países a los que la sociedad del bienestar no había llegado (bendito FMI) y por lo tanto se podía producir sin el estorbo de legislaciones ni normativas y de un modo mucho más rentable. De hecho, la mayor máquina exportadora mundial es una dictadura. Una dictadura como las de Corea del Norte, Cuba o la antigua URSS. Así que Alemania se veía ante un grave dilema: renunciar al bienestar o encontrar la manera de devaluarse para volver a ser competitivos.

Alemania optó por una medida intermedia: devaluar a sus ciudadanos. Los planes Hartz fueron la solución ideal para conseguir reducir el paro y mantener la fachada, mientras que se habría una brecha laboral sin precedentes. Millones de personas viven ahora gracias a subsidios (el Hartz IV) mientras que los derechos laborales de los nuevos trabajadores son inferiores a los que consiguieron los contratados antes de la crisis. Ellos comenzaron con estos planes hace 8 años, por lo que puede decirse que fueron alumnos aventajados de la clase.

Mientras los alemanes se apretaban el cinturón y se "sacrificaban" (palabra con gran predicamento en nuestros días) los países de la perifería vivían en una orgía crediticia. El crédito fluía y los gobiernos, empresas y particulares aprovechaban sus ventajas. No eran tan previsores como los alemanes, que como las hormigas del cuento, habían comenzado a maquillar su economía para los años venideros. Alemania también puso el cazo dentro del bacanal crediticio y se dispuso a sacar pingües beneficios, porque no eran tontos. Al fin y al cabo no se preparaban para la crisis, se preparaban para un nuevo escenario global.

Cuando todo saltó por los aires y los griegos se sacaron los bolsillos fuera del pantalón muchos no quisieron creerlo. No porque no fuera a pasar, no eran estúpidos, eso era algo inevitable. Sino porque fue demasiado pronto. Demasiado cerca. A los buenos alemanes no les había preocupado engordar con crédito barato a la periferia mientras se dedicaban a desmantelar los logros de décadas de lucha y sufrimiento dentro de sus fronteras. ¿Qué iban a hacer ahora? Se habían pillado los dedos con sus bancos.

Europa miró a Alemania, la economía más potente de la zona, para ver qué había que hacer. Y la canciller Merkel hizo lo que hacen los líderes que quieren seguir siéndolo: salvar el culo a los bancos alemanes, y en general, a Alemania. Bajo su autoridad moral, refrendada por su crecimiento y su menor paro gracias al maquillaje de los Hartz, se decretó en Berlín que el déficit era el problema y que había que instaurar el dogma de la austeridad. ¿Para crecer? No, para que se pagaran las deudas. "Quieto todo el mundo, pagad lo que se debe o aquí va a haber problemas".

El celo recaudador de Alemania, y del resto de prestamistas que habían jugado a la ruleta rusa de inflar la deuda, fue saltando bancas por Europa. Irlanda, Portugal, España e Italia no tardarían en sumarse a la tragedia griega con diferentes modalidades: intervenciones de la Troika, bancos malos, gobiernos tecnócratas o rescates a la banca. Y por supuesto recortes. Aquí en España se decidió que el dinero debía ir prioritariamente a pagar la deuda, no a la sociedad, no al país. Y comenzó la recesión inevitable que ha amenazado incluso con acabar con el Euro. El empobrecimiento de millones de personas se justificaba porque los acreedores debían ver sus deudas resarcidas. La deuda por encima de las naciones.

¿Son los alemanes los malos? ¿Lo son los griegos?. Si miramos los papeles oficiales podemos decir que Alemania lo ha hecho bien. Poco paro, crecimiento hasta hace poco y una buena posición exportadora que la hace poco vulnerable a la deuda. Por supuesto, eso no es nada si comparamos a Alemania con China. China lo ha hecho excelentemente. Sin embargo yo no querría vivir en China, principalmente porque estoy a favor de los derechos humanos.¿Cuáles son los parámetros para calificar a un país? Desgraciadamente ya no se trata de lo que diga la gente, sino un puñado de cifras.

China es al mundo como Alemania a Europa. Es el nuevo motor de la economía y ante el que responden los líderes mundiales. ¿Censura? ¿Torturas? ¿Abuso medioambiental? Es nuestro amigo de oriente. No en vano es uno de los mayores, sino el mayor, poseedor de deuda externa de los países del mundo. Y es que el déficit y las deudas se contraen en los mercados financieros con agentes de lo más pintoresco. China, una dictadura pseudocomunista que no respeta derechos humanos, los Emiratos Árabes, con su entrañable feudalismo, o los Fondos de Inversión de Riesgo, prestamistas que controlan las agencias de rating y que no responden ante nadie, entre otros. La economía mundial está en las edificantes manos de estos sujetos.

Durante décadas los mercados financieros han ido generando cada vez mecanismos más opacos de inversión, lo que ha hecho cada vez más rentable operaciones de dudoso gusto. Claro, existe la creencia de que "ganar dinero" es igual a "bueno", por lo tanto estas operaciones quedaban justificadas desde el mismo momento que daban dinero. Miremos a Valencia un momento. Todo el mundo sabía que se robaba y se tiraba el dinero en las letrinas de Calatrava, pero se vivía bien con la Fórmula 1, la especulación inmobiliaria y la cultura del pelotazo. O a Jesús Gil en Marbella. Era dinero sucio, pero al fin y al cabo, era dinero. Y dinero es lo mismo que bueno. Si te quitan la dignidad, aún tendrás dinero. En este país, en este mundo, si te quitan el dinero, has perdido todo.

Por lo tanto es absurdo señalar como culpables a estos agentes ya que, al fin y al cabo, y aunque nos pese, hemos sido nosotros los que hemos picado en su anzuelo alegremente. No quiero que se me malinterprete, no estoy culpando a Alemania, China o a Soros de haberle quitado el trabajo a mi vecino, sólo busco explicar (explicarme) cuál es el verdadero problema que nos atenaza. La deuda es sólo un síntoma de un problema mucho más profundo del que nadie se está ocupando.

Miremos a Reino Unido. No vive sus mejores horas con una deuda pública galopante y con la vieja gloria del imperio haciéndose una carga cada vez más pesada. Sin embargo capea el huracán como puede. ¿Gracias a un sistema productivo y exportador como el alemán? Realmente no, el sector industrial vive un gran declive en las islas debido a la competencia asiática y el precio de las materias primas. Su secreto es el sector terciario, y en concreto, sus bancos. La City de Londres es la capital europea en la que se mueve mayor cantidad de capitales y sus servicios financieros aportan un 28% de la generación de valor del país.

Los ingleses y escoceses (Edimburgo es la segunda capital financiera del país) se prepararon, al igual que los alemanes, para el mundo actual. Sin embargo el futuro para ellos no está en el control de los bienes, sino en manejar directamente el dinero. Sale más rentable ser un pirata en el atlántico que gastar tiempo y energía en administrar las américas. Al fin y al cabo, el negocio de la banca no es más que un negocio de intermediación. Más seguro, mas rentable y más cómodo que las expediciones coloniales. Y que hasta hace bien poco tenía mucha mejor imagen.

Y es que ha sido la banca el gran motor del mundo. Con su innegable capacidad de producir dinero de la nada, a algunos se nos olvidó la necesidad de asentar la riqueza en bienes reales. El sueño de un mundo con una tendencia a la riqueza infinita se fraguó en las oficinas de ricos ejecutivos que pensaron que morirían mucho antes de que la gente se diese cuenta de su insostenibilidad. De la escala de la gran estafa piramidal que supone nuestro sistema financiero.

"Podrás ser lo que quieras amiguito" parecía decir el optimismo rabioso que impregnaba todo. "Puedes confiar en nosotros, encontramos el puchero lleno de oro al final del arcoiris" escribian en sus cuentas de resultados, y todos nos lo creíamos. Cómo no creer en la magia, por adulto que seas. Cualquiera podía hacerse asquerosamente rico sin esfuerzo y sin molestar, había dinero para todos. Quien tenía una casa tenía un tesoro. ¡Qué más daba un poco de corrupción! Los países ricos estábamos condenados a ser ricos hasta que la tierra reventara, y hasta entonces teníamos tiempo.

Es notable nuestra ceguera durante años y décadas. El FMI y el resto de instituciones internacionales intentaron extender el negocio por todo el globo. Claro, no consideraron que los derechos sociales y las conquistas laborales habían sido una pieza fundamental de nuestro progreso. Así se produjo la deslocalización para ahorrar costes al primer mundo, mientras que los salarios miserables y el deterioro medioambiental era vendido a diferentes líderes como "el futuro" para sus ciudadanos. Esos países que hicieron sus deberes en busca de nuestro estatus son los que ahora llamamos potencias emergentes, y es hacia donde ahora dirigimos nuestra mirada.

Se me podrá acusar de sectario, pero cualquier oportunidad de un modelo eurpeo en latinoamérica fue erradicado a base de dictaduras pagadas con dólares y populismo de garrafón. Asia se convirtió en la gran fábrica de occidente y los africanos no fueron ni siquiera considerados dignos de convertirse en algo más que una fuente barata de recursos sin fin. Mientras los misioneros intentaban enseñar a leer y a escribir entre las balas y fuegos de la guerra, las instituciones internacionales regulaban un mundo en el que las personas carecían de importancia.

"Hay que trabajar más y cobrar menos". "Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". "Habrá que hacer sacrificios". Escuchamos estos lemas de la política actual y nos entra un regusto amargo en la boca. "No hay dinero para los servicios públicos". "La gestión privada es más eficiente y menos corrupta". "Hay que acostumbrarse a pagar por los servicios (refiriéndose a servicios públicos)". La indignación ante esta apisonadora que pretende acabar con todos los logros conseguidos hasta ahora sale a la calle en forma de marea. Pero otros llevan sufriendo estas medidas, sin siquiera conocer los privilegios que aún disfrutamos, desde hace décadas bajo el dictado de instituciones que llevan nuestro nombre.

Ahora que la burbuja se ha roto, que despertamos con la resaca de una ficción demasiado oportuna para ser real, miramos cómo quieren devaluarnos para poder encajar en un mundo que llevamos configurando desde hace mucho tiempo. Las guerras televisadas, las hambrunas, la plaza de Tiananmen, la desolación en las repúblicas exsoviéticas, la inmigración, la tecnología barata, la deslocalización, la especulación, el tráfico de personas y mercancias, el calentamiento global, las pateras, la corrupción, el fanatismo y el miedo son otros síntomas del mundo que hemos creado.

La globalización es un hecho, no un plan de un ente maligno e interesado que busca dominarnos. Es un resultado, y eso hace que nuestras vidas queden entrelazadas con las de nuestros vecinos a miles de kilómetros. Todo lo que ha pasado por nuestra televisión, y sigue pasando, no es un proyecto premeditado por alguien, es el producto de décadas en las cuales la vida humana ha ido devaluándose bajo criterios que nada tenían que ver con ella.

La crisis de deuda europea, así como las soluciones propuestas, no son más que una vuelta más de tuerca. Primero creamos naciones de Todo a cien para nutrir nuestros mercados, y ahora somos nosotros los que debemos renunciar a todo lo que buscábamos defender entonces para seguir alimentando el progreso. "Vivirás peor que tus padres" no significa otra cosa que "vivirás igual que han estado viviendo muchos otros para mantener tu nivel de vida". Efectivamente, viene a ser "pagarás las deudas de tu padre".

A estas alturas del partido es posible que estemos un poco confusos. A mí me entran muchas ganas de ir explicando por qué el modelo no funciona... ahora que me afecta a mí. Parece mentira que ahora haya que renunciar a tantas y tantas cosas. Dan ganas de que el sistema aguante unos años más, un par de décadas, para que el marrón se lo lleven otros. Eso es posiblemente lo que pensaban los líderes mundiales al proponerse "refundar el capitalismo" y aplicar a sus ciudadanos "medidas temporales".  Aguantar el tirón sin sufrir las consecuencias que nuestra desidia (suya y nuestra) ha provocado.

¿Cuál es, pues, el verdadero problema? Probablemente uno complejo y multidimensional, que no se soluciona con dietas milagrosas y que implica a tantos agentes como piezas hay en el tablero, esto es, a todos. Uno que no tiene culpables claros y que sí tiene millones de víctimas. Uno que requiere mucha más fuerza, carisma e inteligencia que la que reunen, entre todos, nuestros actuales líderes. Nuestra enfermedad es un proceso muy avanzado, que hemos ayudado a desarrollar, y que muchos no van a querer parar. Las ventas de artículos de lujo se han disparado mientras algunas empresas obtienen beneficios record.

Lo aquí expuesto no son más que un puñado de tópicos reunidos con mayor o menor fortuna, pero creo que presenta un cuadro bastante más preciso de la situación a la que nos enfrentamos que la que se encuentra en los análisis de nuestro gobierno o entre los enrevesados tecnicismos de los economistas. El hombre ha dejado de tener valor para el hombre, ya no es un fin y ya no merece respeto. Y es algo que lleva pasando desde siempre, sólo que ahora nos ha tocado enterarnos a nosotros.

¿Seremos capaces de cambiarlo? ¿O acabará siendo un "sálvese quién pueda"? Posiblemente yo no sea el facultativo adecuado para responder a estas preguntas.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Qué es una crisis

Diagonal
 La palabra "crisis" proviene del griego κρισις (krisis), que a su vez viene del verbo κρινειν (krinein), que significa "separar" o "decidir". Para los griegos la palabra krisis tenía diferentes significados: el momento culminante de una enfermedad, una lucha o contienda, hacer una elección, hacer un juicio o poseerlo. En castellano mantiene estos significados, pero añade las acepciones de "escasez o carestía" y "situación dificultosa o complicada" y omite la de contienda.

Pero, ¿qué es una crisis? Es una palabra que nos rodea constantemente, que inhalamos voluntaria e involuntariamente. Es prácticamente una sensación, un estigma, una maldición. Un ente abstracto, invisible y mortal que se apodera de nuestra vida. Se ha erigido en el juez de nuestro destino, en la pauta de nuestro futuro y fuente de toda verdad. 

Sin embargo la crisis no es nada más que un momento, o más bien instante, de la historia. Un momento de transito entre un momento y el siguiente. Es un momento de inestabilidad y dificultad, ya que al quedarse obsoleto el modelo anterior, hace falta buscar uno nuevo. Hace falta criterio (tiene el mismo origen) y jucio para buscar soluciones a los problemas planteados. La crisis es un momento de cisma entre el antes y el después, y también el momento en el que hace falta marcar un rumbo. 

Las acciones y omisiones que desembocan en una crisis tienen muy diversos orígenes: ineptitud política, oligarquías corruptas y ciegas, intelectuales apatía y conformismo social, cada una con su mayor o menor carga de responsabilidad. Pero la reacción frente a ella es independiente a esos factores, pese a que desde las instituciones legislativas y ejecutivas de los estados (y Uniones) se haya señalado un único culpable y condenado: los ciudadanos. 

Yo ya dejé claro que para mí el ciudadano era el que tenía más difícil evitar la crisis y aportar soluciones, sobre todo teniendo en cuenta las herramientas de las que dispone y las fuertes barreras de entrada que se encuentran en los organismos clave. Pero una vez dentro de la crisis los que están fallando miserablemente en su labor principal son los políticos. Su obstinación por no asumir la necesidad de un cambio real (superar la "separación" entre el antes y el ahora) está convirtiendo una oportunidad en un drama inimaginable. 

Los problemas y retos del futuro eran conocidos incluso antes de la crisis. Sin embargo, en vez de seguir hacia delante construyendo un futuro, nuestra mirada tiene que girarse hacia una China imperial y dictatorial, recuerdo del pasado absolutista de Europa (o de la miseria de la Revolución Industrial). Los que mandan han optado por andar hacia atrás como burros asustados de su propia sombra. Sin embargo, eso no es lo peor. Lo peor es lo miserable que pueden llegar a ser.

El suicidio de Amaia Egaña en Barakaldo ha sido usado como pretexto por PP y PSOE para hacer un gran pacto contra los desahucios. ¿Por qué esperaron a que hubiese 4 víctimas? ¿El drama y tormento de miles de familias desahuciadas no era suficiente? ¿A qué se debe esta firme reacción? Por desgracia, y ya es una costumbre, no a preocupación por los ciudadanos, sino por esto: El Tribunal de Justicia europeo ve ilegal la ley española sobre los desahucios.

La decisión de parar los desahucios ha sido, otra vez, porque desde fuera nos han visto las vergüenzas. No sólo eso, sino que nos amenazan con futuras condenas, esta vez con sanciones. Nuestros dirigentes no sólo han actuado con torpeza para dar la respuesta necesaria frente a la crisis, sino que actúan de una forma vergonzosa hacia sus ciudadanos. La pérdida de legitimidad de esta casta política, bochornosa e incapaz, demuestra que la crisis no es económica, sino de quienes controlan el dinero.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Bankeros


Tras la I Guerra Mundial gran parte de Europa estaba exhausta y semiderruida debido al esfuerzo bélico de conllevó la primera guerra moderna. No sólo la industria y la economía estaban hundidas. 65 millones de afectados directamente, 20 millones de mutilados e inválidos, 10 millones de muertos. Era una auténtica zona 0. Sin embargo, de esta inmensa desgracia salieron cosas positivas.

Estados Unidos, que había entrado en la guerra  un año antes de que ésta finalizara, no había sufrido en su territorio sus efectos devastadores. Además del revulsivo que suponía para la economía, EE.UU perdía un competido de primer orden a nivel industrial: Alemania. Y no sólo eso, sino que podía dedicarse a la lucrativa reconstrucción de Europa desde una posición privilegiada. 

Los bancos privados norteamericanos comenzaron a prestar dinero a los estados europeos con créditos blandos. Precisamente Alemania era la más necesitada -cargaba con todos los gastos de las reparaciones de guerra- y los norteamericanos intercedieron con los europeos para aflojar el castigo a la vencida y humillada nación germana. 

La banca estadounidense siguió la lógica económica de todo banco:
1.1 Se prestaba una cantidad (100M) a un país X a un interés del 2% en 20 años. Acto seguido el banco anotaba en su cuenta de resultados "102M"
1.2 El banco repite ese proceso 50 veces, y anota en su cuenta de resultados 5100M, de los cuales 100M son intereses. 
2.1 Al año siguiente el país X ha devuelto 5.1M, de los que 2 son intereses. Como empiezan a dar frutos ese dinero que le han prestado (experimenta un crecimiento), pide que se amplie el crédito a 300M (el país recibe 200M más) manteniendo el plazo (20 años) y los intereses (2%). El país debe 303.9M y pasará de pagar 5.1M al año a 14M.
2.2 El banco había obtenido en su ejercicio anterior 255M en efectivo, de los cuales 100M son intereses. Eso deja 4.845M de deuda que él contabiliza como activo, más 205M que tiene en efectivo, (50M de los intereses se reparten entre directivos, accionistas y gastos). En total el banco tiene 5050M para prestar.
2.3 Al final son 30 de los 50 deudores del banco tienen crecimiento como X y piden ampliaciones de crédito iguales. Eso supone 6.000M más para prestar. El banco sólo tiene en caja 5050M, por lo que anima a gente a que se haga accionista por valor de 950M y da el préstamo.
 2.4 Al banco le deberán entonces 20 deudores (los que no ampliaron crédito) 3.898M y los otros 30 deberán 9.117M. En total 13.015M, de los cuales 182M son de intereses.
3. Al año siguiente el banco recibe 102M de los 20 deudores que no ampliaron su deuda y 420 de los otros 30. En total 522M, 267M más que el año pasado.
3.2 El banco comenzo prestando 5.000 millones que tenía en efectivo. En dos años tiene 12.493M, lo que supone 7.493M más.
3.3 De todo ese dinero en efectivo tiene 522M, mientras que en deuda tiene  11971M. En dos años habrá recuperado 777M de lo invertido. El prestó 5000M para 20 años en origen, pero si la cosa se quedase asi, podría recuperar lo invertido en 8 años.
3.4 Se repite el proceso.
 A la par que los bancos hacían su negocio con préstamos, la industria norteamericana vivía un crecimiento espectacular gracias a la demanda de los países europeos. Para financiarlo el sector industrial recurría a sus bancos, que daban créditos con intereses más altos que a los europeos. Y es que en Estados Unidos subían los salarios, el número de empresas, el sector terciario y el del entretenimiento. No sólo eso, también la ciencia recibía un empujón.

La alta rentabilidad y el crecimiento rápido llevó a que mucha gente pusiera su dinero en los bancos y empresas americanas en forma de acciones para ser partícipes de toda esa riqueza. Quién le iba a decir a los estadounidenses que la paulatina recuperación de Europa supondría el colapso de su sistema.

Pero así fue. A finales de 1928, una década después del fin de la I Guerra Mundial, Europa redujo su demanda de crédito y empezó a repararse y fianciarse así misma. Eran unos "brotes verdes", pero fue suficiente para que los primeros accionistas decidiran sacar su dinero con vistas a la desaceleración económica.

Si volvemos a los bancos que durante 10 años había reproducido el proceso de ahí arriba, nos encontraríamos que en sus activos tendrían varias decenas de miles de millones de deuda contabilizada como activos, pero sólo un porcentaje muy pequeño de dinero en efectivo. Pese a recuperar la inversión inicial en menos tiempo del previsto, ese dinero contante y sonante había sido repartido en dividendos y gastos varios. Por eso cuando la gente empezó a sacar su dinero los bancos se quedaron sin fondos.

De nada les servía tener miles y miles de millones en su saldo a deber por parte de países e industrias autóctonas y extranjeras. El "cash" o dinero en efectivo no estaba y la gente no lo podía recuperar. En 1929 la bolsa de EE.UU hizo crack y el país inició la Gran Depresión.

Los bancos cerraron los grifos de crédito y muchos quebraron. Las empresas no podían devolver los créditos con los que habían financiado su crecimiento porque no sólo no vendían tanto como antes a Europa, sino que además los europeos tampoco podían comprar porque también se había cerrado el flujo de crédito desde norteamérica. Las empresas empezaron a despedir gente y la demanda interna cayó en picado. Alemania, todavía con una deuda monumental, perdía su aliado trasatlántico y se sumía en la hiperinflacción y el caos. Cinco años después Adolf Hitler reactivaría la economía germana con otra Gran Guerra a escala mundial.

Mis conocimientos de economía no son todo lo buenos que deberían, pero es un ejercicio interesante dar forma a las cosas. En mi ejemplo no he contado con regulaciones del mercado ni impuestos, lo que reclaman los neoliberales. De esta pequeña historia se pueden sacar un buen número de conclusiones:
1. La primera es que a los bancos no les interesa que devolvamos el dinero, les interesa que cada vez pidamos más dinero y paguemos más periódicamente. Eso de saldar la deuda es una mentira enorme. Como se veía en mi ejemplo, la inversión inicial se recupera fácilmente. Y eso si no contamos con subir los intereses, lo que puede aumentar considerablemente los beneficios al aumentar la cantidad de deuda hasta límites insospechados.
2. Un banco cuenta como activo un dinero que no tiene todavía pero tendrá en el futuro. Si alguien tiene 100€ y se los presta a un amigo a un interes del 10% en 10 días, tardaría 10 días en tener 110€ para prestárselo a otro y obtener 121€ en 20 días. 30 días después podría disponer de 133€. Imagínense que pudiesen hacer lo mismo, pero en un mismo día. Un banco hace eso simultáneamente con sus difentes clientes, multiplicando sus beneficios. Eso significa que el rendimiento futuro de ese dinero se lo está fundiendo hoy. Para cobrar los beneficios futuros en efectivo, tenemos que producir también por adelantado. Eso es lo que genera crecimiento.
3. En el negocio bancario es imprescindible la confianza. Un banco sólo puede contar la deuda como activo si tiene la seguridad de que le van a pagar. El problema viene cuando presta dinero -deuda que cuenta como activo- para hacer nuevos préstamos sin pensar en la posibilidad de la devolución de la deuda. Si yo digo que tengo 10.000M de un préstamo que me debe X, podré usar ese dinero mientras que todo el mundo crea que X lo va a devolver. No que me lo vaya a devolver, que me lo pueda devolver. Principalmente para que la gente que tiene el dinero dentro del banco (inversores, ahorradores y accionistas) no se quede sin poder sacarlo como en el Crack del 29.
4. Tanto en la Gran Depresión como ahora hubo dos fuerzas que dominaron y determinaron los efectos más perversos. El crecimiento descontrolado fue azuzado por la avaricia de inversores y accionistas, de todos los tamaños, que quisieron formar parte del gran reparto de beneficios, que recordemos, era pellizcar dinero del futuro. La avaricia también hizo que cuando empezó a disminuir el crecimiento, la gente sacara su dinero en tromba. Entonces reinó, igual que ahora, el miedo.
5. La banca puede ganar siempre, pero no perder. El dinero de los ahorradores está igual de comprometido que el de los inversores y los especuladores. Cuando ganan, ganan los que más arriesgan, y cuando pierden, perdemos todos.
6. Todo lo anterior es fácilmente predecible, pasó y pasará más veces.
En España tuvimos mucho de avaricia, no generamos confianza y hemos extendido el miedo. Y eso no es culpa de los bancos. Son instrumentos que generan riqueza a la sociedad, financian el crecimiento y el desarrollo. De hecho, también sirven para redistribuir la economía, y no sólo con los impuestos que le corresponda como un negocio más. Sin embargo, cuando están dominados por la avaricia o el miedo, son armas de destrucción masiva que dejan marcadas generaciones con consecuencias a veces atroces.

Nuestro sistema tine un fin: la obtención de beneficios. Para ello se destina ingentes esfuerzos de ingernieria financiera que han convertido la economía en un saber muy especializado. Y lo peor es que el modelo hace que la mayor parte de esos beneficios se usen para generar aún más beneficios hasta que el sistema implosiona. Los beneficios deben servir a un propósito, y ese propósito son las personas y a la vida en general. Por sí mismos no sirven de nada.

Por eso los bancos por sí mismos tienen el mismo peligro que un cuchillo, una pistola o un ladrillo. Dependiendo de cómo los diseñemos, y sobre todo, cómo los usemos, así serán ellos. De lo que no cabe duda es de quién es la culpa cuando las cosas salen mal: de los bankeros.

lunes, 30 de abril de 2012

Un color nuevo


Es sorprendente la capacidad de la política para pervertir el lenguaje. Como mostraba tan bien Juan José Millás en su excelente artículo Un sindiós, la política se ha teñido de contradicción incluso en su esencia misma. La política es odiada por los ciudadanos que no ven más que un pozo sin fondo de desesperanza y malos augurios. La situación es tan dramática que preferiríamos que no nos mintieran, que violaran y saquearan lo que creamos juntos sin medias tintas. A saco.

Yo no dejo de darle vueltas. Si las cosas están tan mal, ¿por qué no hacemos nada? Creo que en gran parte es debido a una absoluta falta de imaginación. No existen alternativas porque no somos capaces de imaginar algo nuevo. Repetimos discursos pasados y aplicamos los mismos esquemas que llevamos aplicando desde hace prácticamente 100 años.

El capitalismo no deja de ser un relato sobre el éxito de unos pocos frente a la adversidad. Cómo el espíritu emprendedor del individuo logra sobresalir entre mediocridad general de la sociedad, condenada a depender de los otros. Ahora vivimos las consecuencias de ese modelo, uno en el que unos pocos guían el camino y varios millones viven condenados en las tinieblas de la ignorancia y el sacrificio; para los que saber la verdad -su condena irremediable y mediocridad- sería intolerable. Al individuo sólo se le puede exigir el éxito y la ambición, no la solidaridad. Su trabajo para mejorar las condiciones del colectivo sólo puede calificarse de caridad.

El problema es que el capitalismo etiqueta a los individuos exclusivamente por los números de su cuenta corriente. El emprendedor y el espíritu visionario capaz de disfrutar por completo de sus condición humana ya no es fruto del esfuerzo y el trabajo. Tenemos que pensar que el capitalismo nace con la implantación de la burguesía que luchaba contra los privilegios de los nobles. Ahora son una nobleza nueva, repiten un esquema mental por el que la mediocridad se esquiva por vía hereditaria.

Ahora que la conciencia de esa  mediocridad y los sacrificios han empezado a llegar a las puertas de nuestras casas, nos acordamos de la respuesta que se dio hace más de 100 años aquellos postulados. Se pretendía invertir el orden que establecía la importancia del capital como éxito y se sometía al individuo al colectivo. Se anteponía la imposición del nosotros frente a la libertad individual.

La aplicación práctica de las tesis marxistas en el comunismo pecó de lo mismo que el capitalismo: transformarse en una versión aún más cruel que su enemigo. Al final el Partido se convertía en una élite por encima del bien y el mal mientras que el nosotros perdía toda su dignidad individual. No se podía disentir ni dudar, ya que sólo había que obedecer a un grupo de tiranos que más tarde se negarían a ceder el poder e impondrían su dinastía.

Nuestro lenguaje político está encerrado entre dos visiones contrapuestas de izquierda y derecha. Sí, hay nacionalistas, ecologístas, cristianos y  piratas, pero todos tienen la misma configuración en su cerebro. O todos contra uno o uno contra todos. Nos olvidamos de que a fin de cuentas el capitalismo habla de que la optimización de la competencia traerá un mundo mejor para todos. Y que el marxismo y sus variantes buscan, tras la dictadura comunista, un paraíso en el que la igualdad y el progreso vayan de la mano.

Es obvio que el mundo, desde la grecia clásica, no ha encontrado un sistema acertado. Platón y Aristóteles, que sembraron las semillas de nuestra cultura, también hablaban en terminos parecidos. Aristóteles defendía una aristocracia en su sentido literal, un "gobierno de los mejores". Platón, que también estaba de acuerdo con Aristóteles en el hecho de que debían gobernar los mejores, estableció un modelo estatalista en el que la sociedad estaba por encima de los anhelos de libertad de los ciudadanos.

¿2500 años y seguimos pensando igual? Es curioso. La humanidad en su conjunto ha vivido diferentes procesos que se han mostrado insuficientes a la hora de abordar algo parecido a un gobierno ideal. Las religiones han intentado encontrar su propia solución desde una perspectiva ideal o "divina". Sin embargo el resultado ha sido la repetición de esquemas: Papas, rabinos y ayatolás llamando a la guerra, hombres de fe clamando la venganza contra el infiel. Contra el otro.

Nuestra forma de pensar, sin embargo, ha evolucionado. Ya a finales del siglo XIX el nihilismo -la nada como esencia de las cosas- se cobró sus primeras víctimas. La vida como un sinsentido que no se dirige a ninguna parte. Sólo así se puede entender la actividad depredadora del capitalismo que busca el beneficio para hoy y no aporta soluciones para problemas del mañana. O dictaduras totalitarias donde el precio de la vida es menos que la nada misma que nos rodea. No hay lugar para la esperanza porque no tiene sentido.

Siempre he creído que la razón era una extreña enfermedad. Era para mí el convencimiento absoluto de nuestra insignificancia, de nuestra capacidad de errar. De nuestra debilidad ante miles de cosas que nos sobrepasan. Veo ahora a nuestros líderes y sabios mirar a la razón con esos mismos ojos. Una herramienta que nos hace comprender cada vez más secretos de la naturaleza pero que es inútil para mirar en nuestro interior. Para desentrañar lo que nos hace humanos, tan iguales y tan diferentes, al resto de las cosas.

Pero no es una enfermedad, es la vacuna para todos nuestros males. El dolor, el placer, la alegría o el miedo cobran un sentido gracias a ella y nos hace más fuertes. Nos hace invencibles. Iguala la hetereogénea naturaleza humana. Somos seres racionales, los únicos en este planeta. Somos los únicos acreedores de los derechos, privilegios y deberes para con todo lo que nos rodea, porque somos los únicos que podemos comprenderlos y aceptarlos. Negarlo, sería ir contra nuestra propia naturaleza.

Decir que alguien tiene la solución a un problema que lleva miles de años sin resolverse es de una arrogancia extrema, pero vivimos en un mundo donde sólo cuentan las decisiones individuales porque somos incapaces de pensar como grupo. La experiencia y los intereses hacen que desconfiemos del otro. ¡El miedo es el elemento que cohesiona nuestra sociedad! El miedo al otro, el miedo a perder, el miedo a vivir plenamente. 

Es el miedo el elemento que llevan atizando nuestros políticos desde hace años. "No le vote a él, que es pésimo, vóteme a mí". No sólo eso, cuando venden esperanza, como Obama y el "Yes, we can", la decepción es inmediata. Estamos siempre amenazados por los otros. Y lo más bonito es que vivimos -algunos pocos- en democracias universales donde la mayoría piensa como unas mínimas minorías.

Creo que la crisis que vivimos, no sólo la económica, también la cultural y social, se debe a una completa incapacidad de pensar en algo nuevo. Algo radical y diferente. Como si buscar una solución a el sumidero oscuro hacia el que nos escurrimos fuera igual que inventar un color nuevo. Ni el "nosotros" ni el "individuo", sólo la terrible soledad de un hombre terriblemente viejo.

miércoles, 25 de abril de 2012

¿Dónde está el dinero?


"No hay dinero". "Insostenible". "Austeridad". El sueño capitalista se esfuma y empezamos a ver la otra cara de sus relucientes monedas. Acostumbrados a ver los problemas del mundo desde la barrera, ahora la marea negra de la pobreza se ha instalado en nuestros hogares. Miedo, inseguridad y una completa falta de esperanza. Yo he dicho muchas veces que el crecimiento desaforado no llevaba a ninguna parte y, definitivamente, hemos llegado a ninguna parte.

Ahora parece que nuestra única opción es apretar los dientes y aguantar con resignación el abuso y la pérdida de derechos. Para nosotros es algo nuevo pero en muchos lugares del mundo llevan décadas deprimidos soportando lo mismo. Exactamente lo mismo. Gobernados por corruptos, sometidos sin derechos y pagando deudas históricas que nunca se saldan. Algunos creen ahora que indignándose las cosas van a cambiar. Lo siento pero no, tenemos mucho que aprender.

Hemos sido capaces de proezas increíbles como humanidad, sin embargo el problema más antiguo del mundo sigue sin solución: el sufrimiento humano. La salida de la crisis -no un parche que permita aguantar otra década o dos- no se encuentra en los libros de texto ni en el genio de los economistas más capaces. No es una revolución sangrienta ni la imposición de un sistema opuesto. Es una batalla con nuestras propias conciencias. Debemos decidir libremente qué queremos ser.

Sin embargo, aunque haya cuestiones capitales cuya resolución podría ahorrar años de sufrimientos inútiles, nuestros líderes y expertos se empeñan en señalarnos las cifras. Los números rojos y las tijeras con las que se disponen a salvarnos. No se cansan de repetir "no nos gusta, pero debemos hacerlo" mientras sacrifican lo que ha costado mucho tiempo consolidar. Están aplicando un tratamiento brutal a la sociedad para eliminar el "cáncer" de la deuda dejando muy poco margen para que sobreviva algo en ella. Quemar el bosque para acabar con la plaga. Sin bosques no hay plagas que afecten a sus hojas.

"Hemos -cuando quieren decir habéis- vivido por encima de nuestras posibilidades" dicen. Y podemos estar de acuerdo, muchos de hecho lo están. Pero, ¿nadie se ha preguntado dónde está todo ese dinero que se supone debemos? Y lo que es más importante para un ciudadano responsable: ¿a quién se lo debemos?

Yo no dejo de darle vueltas. Grecia, Irlanda, Portugal, España... tienen problemas para pagar a sus acreedores y están sufriendo consecuencias devastadoras. Después de ver el sufrimiento de poblaciones de países alrededor del mundo sin que nadie moviera decididamente un dedo no debería extrañarme. A los que hace cuatro días acusaban a los gobiernos de los países subdesarrollados de someter a sus poblaciones mientras lavaban sus manos con el dinero de las empresas establecidas allí, tampoco. Al parecer nuestros políticos y los suyos no son tan diferentes.

No me gustan las deudas, menos las que sé que no puedo pagar. Cuando debo dinero a mí me gusta saber a quién se lo debo, es bueno saber quién te ayuda o te echa una mano al cuello. No es lo mismo que te deje dinero Tony Soprano que un préstamo del Monte de Piedad, aunque siempre es preferible el mafioso a los mercados. Tony por lo menos da la cara. Nosotros, sin embargo, no sabemos absolutamente nada de quién nos dejó el dinero o a quién se lo debemos.

Porque claro, el país, que somos todos, debe apretarse el cinturón y reducir costes porque debe mucho dinero. Y si debe mucho dinero se lo debe a alguien. ¿A quién? No lo sabemos. A jeques árabes, a fondos de inversión londineses o a pensionistas japoneses. Si te paras a pensar, su anonimato es lo mejor para el mantenimiento del sistema. ¿Se imagina usted que un país recortase 10.000 millones en educación y sanidad por una deuda contraída con un grupo de jeques árabes? ¿O con una dictadura comunista que oprime a su pueblo de forma aceptable para el doblepensar capitalista? Igual alguien tendría la tentación de pedir renegociar la deuda, dialogar o evitar el sufricimiento de sus ciudadanos. El enemigo invisible no se puede combatir. De todas formas tampoco podríamos hacer nada. Si no respetan a sus ciudadanos, ¿por qué iban a hacerlo con nosotros?

La situación podría ser incluso peor. Que miles de pensionistas japoneses descubrieran que han hipotecado su futuro comprando deuda a unos señores demasiado ocupados en levantarse estatuas y panteones de asfalto, acero y ladrillo. Si España quiebra probablemente perdamos los dos, aunque ni ellos ni nosotros nos deseemos ningún mal. Porque lo que no logro entender es, ¿dónde está todo su dinero? 

Yo me lo imagino del siguiente modo: un país necesita dinero -para algo, se supone- y se ofrece para aceptar préstamos. Un grupo de inversores, directamente o mediante intermediarios como los fondos de inversión, se lo prestan con un interés determinado. Es responsabilidad de ese país usar ese dinero a sabiendas de que deberá devolverlo en un determinado plazo de tiempo. Para generar beneficios mayores a sus necesidades de financiación -dinero prestado más los intereses- ese país invierte -gasta dinero- de diferentes formas: obra pública, préstamos a emprendedores, inversión sanitaria, servicios, etcétera. Si la economía del país crece, mayores intereses podrá permitirse. Si decrece, menos.

Los inversores para obtener beneficios meten dinero y eso es lo que esperan de vuelta: dinero. Cuando el país transforma ese dinero en material sanitario, ladrillos, acero, nóminas de funcionarios o créditos, ese dinero no se destruye, pasa a otras manos. El dinero fluye, no desaparece. Bien, si el estado ha pedido dinero a un inversor y ahora tiene que recortar en sanidad para devolvérselo... ¿Dónde está?

Uno puede decir: "se lo han quedado los ciudadanos", pero no sé si es del todo correcto. Si el estado gasta 100 millones de euros en una carretera, parte de ese dinero irá a los trabajadores de la obra, efectivamente. De hecho se pagaran muchas nóminas. Bien, ¿qué ha hecho el obrero para decir ahora que no tiene dinero? La vida tiene muchos gastos. Comida, transporte, impuestos y por supuesto vivienda. La deuda hipotecaria de los ciudadanos españoles es asfixiante y la señalan como la mayor culpable de nuestros males.

Entonces uno puede decir: "el dinero lo tienen los bancos". Sin embargo eso también parece erróneo. Los bancos, al igual que un estado, pidieron dinero a bancos más grandes y a inversores para hacer negocio. Ellos obtenían dinero a un interés determinado y a su vez lo ofrecían al obrero -o empresa- para que se comprase un coche, una casa o una oficina con un interés mayor. Cuanto más dinero movían, más crecían. Y cuanto más crecían más podían endeudarse. Sin embargo ahora los bancos tampoco tienen dinero porque el obrero tampoco puede pagarle, y por lo tanto, no pueden endeudarse con el exterior. Al parecer prestaron demasiado dinero para una única cosa: la construcción. Ahora las grandes constructoras les han dejado un enorme stock inmobiliario cuyo valor no se corresponde con lo que pagaron por él.

Consecuentemente diremos: "el dinero lo tienen las constructoras, que se inflaron a construir y vender casas". Tampoco es del todo verdad. Bueno, es verdad que se inflaron a construir y vender casas. Cuantas más casas construían, más vendían. Al vender muchas casas el precio de las casas subió y todo el mundo quería su parte del pastel. Cuanto más crecían, más créditos pedían a la banca para poder construir más casas y así ganar más dinero. Los bancos, inversores y particulares como el obrero compraban casas porque su precio crecía continuamente. Era un auténtico milagro. Un ladrillo que costaba 1, pasaba en pocos años a costar 5. La multiplicación de los panes y los peces. 

Sin embargo llegó un momento en que el obrero se encontró con que no podía pagar la casa. Las casas eran más caras de lo que él se podía permitir. Como las constructoras, en su ceguera, no contaban con eso, tenían una deuda tan mastodóntica como sus previsiones de crecimiento. En ese momento alguien se dio cuenta de que tal vez un ladrillo que costaba 1 no podía costar 5 en tan poco tiempo; a fin de cuentas es un ladrillo cuya mayor aportación a la humanidad es estar en su sitio. La sombra de duda sembró el pánico. El precio de la vivienda bajó lo suficiente como para que las constructoras se quedaran con una deuda demasiado grande para ritmo de crecimiento que se les imponía ahora, más lento. Los bancos tuvieron que renegociar sus préstamos y dejaron de crecer tan rápido ellos también. Los inversores y bancos más grandes oliéndose el percal decidieron cerrar la barra libre a los bancos españoles.

Las cajas y bancos cobraban a las constructoras en especie, porque el dinero de los constructores se había esfumado en materiales y nóminas de trabajadores a los que hubo que despedir. Se tuvieron que quedar con todas esas casas por las que habían pagado bastante más dinero que su precio real. Pensaban que la gente compraría esas casas y contratarían hipotecas con ellos y el dinero volvería a moverse. Desgraciadamente el obrero no podía comprarse una casa con salario, mucho menos sin él. Los bancos restringieron créditos y comenzó el estrangulamiento de empresas e instituciones. ¿Resultado? Más paro, menos consumo y menos dinero en las arcas de los bancos.

Por fortuna estaba el Estado para ayudar. Obviamente el dinero que repartía la banca a sus ciudadanos fomentaba el crecimiento del país. ¿Que todo trataba de inflar el precio del ladrillo? Pues se financiaba la compra de casas con exenciones fiscales a compradores y especuladores. Así seguía subiendo su precio y el dinero seguía alimentando a los bancos. Por eso, cuando los bancos se vieron sin un duro y montañas de ladrillos en su caja fuerte, llamaron a Moncloa para que los rescatara. El Estado debía endeudarse, no para un crecimiento futuro, sino para sufragar el crecimiento pasado.

Al final todo el país debía pedir dinero para poder meterlo en los bancos, cuya deuda crecía a la misma velocidad que la del propio país. Cuanto más pedía España para dar a sus bancos, más caro le salía a éstos pedir dinero fuera. Obviamente endeudarse para pagar deudas sólo sirve para pagar aquellas más inmediatas. Los bancos iban salvando sus vencimientos más o menos, sin permitirse el lujo de dar un crédito a las empresas y particulares con temor a que no se lo pudiese devolver. Suficiente tendría el contribuyente con pagar la deuda necesaria para rescatarle.

Supongo que 5 años después es muy fácil darse cuenta que por muchas casas que plantes los miles de millones que se mueven para financiar el mercado inmobiliario vienen de fuera. Y hay que devolverlos. También es fácil ahora deducir, en vivo y en directo, que si tu prioridad es devolver la deuda mediante más deuda en algún momento alguien dejará de prestarte. Por eso los sabios de Bruselas imponen la austeridad. Porque todo lo que tenemos debe ir destinado a tapar ese enorme agujero.

¿A dónde lleva ese agujero? O más bien, ¿dónde va el dinero que cae por ese sumidero? En este momento, si la mayoría de españoles -clase media- diésemos todo nuestro dinero a  esos acreedores misteriosos me temo que no tendríamos suficiente para saldar las deudas. Tendríamos que trabajar gratis para ellos una buena temporada para poder cumplir nuestro compromiso. Un caso paradigmático de ésto es Grecia. Tras despertar de una orgía de corrupción política sin precedentes -ningún responsable ha pagado por falsear las cuentas- no tienen la capacidad de pagar lo que deben. ¿En qué se gastaron todo ese dinero? ¿Hicieron yogur con él?

Los griegos recibieron un montón de suculentos préstamos por parte de bancos franceses y alemanes basándose en las estadísticas completamente falsas de crecimiento que mostraba el gobierno heleno. Es interesante que la gente acuse a los griegos de aprovecharse de lo que pasaba cuando los lumbreras de Berlín, París y Bruselas se hacían los ciegos; mientras el dinero se movía y ellos ganaban, al menos nominalmente, suculentos beneficios. Que obviamente les permitía endeudarse a ellos aún más.

Ahora que Grecia ha perdido ese dinero en no sabemos qué, los bancos alemanes y franceses se encuentran con una gran deuda. Ellos contaban con miles de millones de intereses de los griegos en sus cuentas de resultados y ahora sólo tienen un agujero. ¿Qué puede hacer Europa? Rescatar esos bancos inyectándoles dinero vía Grecia. 

Alemania y Francia, además de un mercado exportador bastante más sólido que el de España, también tienen una ciudadanía bastante más consciente de su poder. ¿Por qué no rescatan Alemania y Francia a sus bancos como aquí, ellos que pueden? Básicamente para no perder votos. Prefieren atizar a los griegos llamándolos vagos y maleantes mientras piden a todos los europeos dinero para salvar a los irresponsables vecinos del sur. Así financian indirectamente a su sector financiero sin una gran sangría de votos. Cuando los griegos no puedan aguantar más, sus bancos habrán salvado en gran parte su exposición y podrán ser rescatados de forma más asequible por los grandes padres de la patria. Lo que les pase a los griegos, irlandeses, portugueses o españoles es lo de menos.

¿En qué se gastaron los griegos el dinero? Bueno, pues por ejemplo en importar cosas desde Alemania. Las empresas alemanas, que hicieron sus deberes hace ya 10 años, han estado obteniendo jugosos beneficios de la orgía crediticia de Grecia. Por desgracia ese dinero se lo gastaron los griegos, no lo prestaron, y pertenece a los empresarios alemanes. Ese dinero, vía impuestos y nóminas, acaba en el bolsillo de los alemanes, aunque la mayor parte vuelve en forma de créditos al flujo monetario de sus bancos... que recordemos tenían un agujero.

Visto lo visto, quizá el dinero lo tengan los alemanes. De hecho les va bastante mejor que a nosotros, al menos a nivel de país. Porque aunque presenten unas cuentas envidiables, los ciudadanos alemanes llevan años sufriendo en sus carnes reformas de toda índole y pérdida de sus derechos. A un nivel macro Alemania funciona mejor que muchos, a un nivel micro alemania no tiene nada que envidiar a cualquiera. Sus ciudadanos han visto recortadas sus prestaciones, sus salarios, sus privilegios adquiridos y su futuro. Minitrabajos mal pagados y subsidios miserables para maquillar que un país puede parecer que funciona aunque su población no esté tan bien. ¿Puede Merkel permitirse el lujo de pedirles aún más sacrificios a los alemanes para pagar las deudas de los irresponsables griegos? Prenderían fuego al Reichstag otra vez, y viendo lo que pasó la otra vez, Merkel sacrificaría a sus propios hijos antes.

Teniendo en cuenta que las empresas alemanas dependen de sus exportaciones, si no venden como antes, su crecimiento se resiente, sus necesidades de financiación también y la bola empieza a girar de nuevo. La mayoría de sus exportaciones eran a sus vecinos de Europa, que ya no están para importar demasiado, así que si España o Italia caen, u Holanda o Francia entran en recesión -hoy entraba Reino Unido- puede que se vea ella también asediada por el agujero de la deuda.

Pero repito, ¿dónde estará el dinero? Si los alemanes tampoco lo tienen, que es la primera economía de Europa, igual está fuera. Por ejemplo, millones de españoles toman café. Ese consumo se debe traducir en una serie de movimientos de capital. En primer lugar los diferentes impuestos. Viendo la incapacidad de retener dinero de los estados, lo dejaremos pasar. Lo siguiente es la producción  y comercialización del café. En él se usan más materias primas que el propio café, como el petróleo -transporte, fabricación de los materiales o el consumo energético de la fábrica- para su explotación. Por lo que cuesta un café parece increíble la cantidad de céntimos que se van quedando por el camino, ya que probablemente no le llegue prácticamente nada al que lo ha recogido.

Toda la cadena que lleva al café desde Colombia o Kenya hasta tu casa requiere alguien que esté dispuesto a asumir el riesgo hacerlo y de alguien dispuesto a pagar por ello. No sé que tanto por ciento del dinero que debemos se ha esfumado en cafés, pero no creo que esté ahí nuestro dinero. Las empresas cafeteras posiblemente tengan que endeudarse para crecer y cuando dejemos de tomar café tengan que deshacerse de trabajadores para hacer frente a la bajada de demanda. No, el dinero no está ahí.

Pero he dicho que el petróleo es necesario para muchas cosas. Los jeques árabes, los oligarcas del gas y el petróleo rusos, los ejecutivos de Texas y los funcionarios de las grandes empresas estatales latinoamericanas tienen miles de millones de ingresos del petróleo. Un tanto por ciento lo pueden gastar en buscar nuevos yacimientos o en rentabilizar los que ya tienen. ¿Qué hacen con el resto? Repartirlo de forma equitativa entre sus conciudadanos no parece, y el mar no está lleno de yates. ¿Lo meterán debajo de los cojines?

En parte sí. Se dedican a comprar oro, por ejemplo. Es como meter el dinero debajo del colchón. Como ya comenté invertir en poseer oro es bastante improductivo, pero seguro. Otro negocio muy seguro es el de invertir en países. Tú les prestas 10.000 millones  y 5, 10 o 30 años después ganas 1.500 millones. Normalmente interesa mantener tu dinero en países que sepas que te van a pagar. Cuanto mayor riesgo hay de que el país no vaya a pagar, más riesgo conlleva la inversión y por tanto mayores intereses. Porque hay que recordar que hay que pagar los intereses primero.

Así que básicamente un jeque le presta cien millones a España, le compra petróleo con esos cien millones y luego hay que pagarle los cien millones más intereses. Así ellos alimentan la demanda de su producto y hacen negocio. Sin embargo normalmente este tipo de inversores prefieren invertir su dinero en valores seguros, junto con la mayor parte de inversores.

Otro caso peculiar es el de China. El productor del mundo se aprovecha de sus mayores ventajas competitivas -desprecio por su población y falta de escrúpulos para la imitación- para ganar mucho dinero con sus exportaciones, y con ese mismo dinero mantiene la demanda de los países que le compran mediante créditos. Los chinos lo llaman "win-win" y está claro. Ellos siempre ganan.

¿Está el dinero en Arabia o China? Bueno, lo que hay son flujos de ingresos y productividad. Los productores de petróleo se benefician de la dependencia de la civilización del crudo, pero es una fuente de beneficios que se agota progresivamente y cuyos costes de producción suben tanto como el precio. Por el otro lado China es la fábrica del mundo, pero en el momento que el consumo global se resienta su economía frenará y no podrán hacer frente a las garantías de los gigantescos préstamos que sostienen. En la corta historia de los EE.UU ya han visto situaciones similares en otras ocasiones, como la Gran Depresión.

El dinero no lo tienen los productores de petróleo ni las potencias emergentes, que parece que son las que tienen ahora dinero para gastar. De hecho, su situación privilegiada hace que obtengan préstamos a intereses muy interesantes porque son las que parecen más solventes. En ellos invierten otras potencias en búsqueda de beneficios, desde China a EE.UU, pasando por los jeques árabes. El dinero huye de España y se marcha allí donde le ofrecen rentabilidad. Porque se trataba de eso, ¿no?

Bien, si el dinero que debemos no está en China ni Arabia, sino que está reinvertido en potencias emergentes como Brasil, tendremos que encontrarlo allí. Sin embargo, eso tampoco debe ser correcto. Si Brasil crece gracias al dinero producido por nuestro consumo que le presta China, por poner un ejemplo, ellos se lo gastarán en algo. No creo que lo entierren en el Amazonas. ¿Qué hace Brasil con el dinero?

En este momento, después de decir mil garruladas y demostrar mi completa ignorancia, me resulta imposible seguir rastreando ese dinero. Es tan difícil como buscar en el mar una gota de sudor. Sencillamente el dinero que pedimos prestado se va intercambiando hasta que se escurre por el sumidero de la deuda y retorna al mismo sitio del que salió: los mercados. Sin embargo la analogía de la gota y el mar es más sencilla, porque es algo finito y con unos ciclos predecibles y lógicos. Los mercados no.

El mercado está regido por reglas, normas e instrumentos que hacen que casi cualquier cosa sea posible. Puedes comprar algo a un precio y venderlo más caro quedándote la diferencia poniendo menos del precio a pagar. Puedes hacer un seguro de impago de la deuda de un tercero e incluso cobrarlo. Puedes gastarte miles de millones de dinero que no tienes porque te lo deben. Y hacer todo ésto sin que nadie pregunte nada ni diga nada, aunque se inventen dinero de la nada. Actualmente, el mercado mundial de los productos financieros derivados mueve al año 700 billones de dólares, 11 veces el PIB mundial.

Entonces, ¿dónde está ese maldito dinero? Básicamente en el mundo se mueve 11 veces más dinero que el que efectivamente se produce, y sigue creciendo. Esa cantidad de dinero está compuesta básicamente de deuda, de dinero que debemos unos a los otros. El dinero realmente se multiplica por arte de magia dentro de los arbitrarios vericuetos del sistema financiero global. Todos los países tienen una gran deuda que es imposible de saldar y que tienen que financiar con crecimiento. En el momento que un país crece a menor ritmo que su endeudamiento, entra en depresión y deja de ser interesante y el dinero huye. Sólo se mantiene la deuda y las sanciones.

Por eso duele escuchar a nuestros políticos afirmar que debemos de pagar nuestra deuda. Que estos sacrificios son para pagar los excesos cometidos. ¿Cómo, si es imposible? ¡El exceso es consustancial al crecimiento! Y el crecimiento hacia ninguna parte un fin vacío en sí mismo. Nos convierte en cucarachas cuya única función es nacer, crecer, producir y morir. Un mundo en el que hay gente moviendo 11 veces el dinero que resulta de todo lo que podemos producir entre todos nosotros con estos niveles de pobreza y desigualdad es un insulto.

Estoy seguro de que habrá ilustrados mucho más inteligentes que yo que entiendan la utilidad para la raza humana de esto. "El progreso", "la civilización", "el futuro" dirán. Sin embargo no creo que sea un sistema muy fiable si un puñado de vagos griegos y españoles son capaces de echarlo abajo. Es más, no sé para qué sirve si en algunos lugares de África mueren niños a cada minuto.
 
Como en todo hay gente que se ha beneficiado. Apple tiene en efectivo 100.000 millones de dólares en efectivo, más que el gobierno de los EE.UU y suficiente dinero para salvar a España. Ha vendido 35 millones de Iphones y sus acciones han subido un 9 por ciento. Es un ejemplo de negocio honrado, si obviamos las condiciones de algunos de sus trabajadores en Asia. Y es uno de los pocos. 
 
Las compañías prefieren reinvertir sus beneficios para seguir creciendo para obtener mayores beneficios. El único dinero "real" que se queda es el que va a parar a los costes de producción y los dividendos a los accionistas y ejecutivos que se reparten la parte más jugosa de los beneficios. Aunque ese dinero también se tiende a reinvertir de forma particular en fondos de inversión, suele tener un gran retorno en efectivo para sus dueños. Sólo así gente como Warren Buffet puede tener una fortuna de 66.000 millones de dolares o Carlos Slim 72.643millones.

Sencillamente vivimos en un mundo en el que se mueve dinero por un valor de 11 veces el PIB mundial, y en el que el dinero real, el que realmente se produce, lo amasan unos poco elegidos. Obviamente, también están aquellos que mantienen el flujo de dinero y lo alimentan, como las agencias de rating, los fondos de inversión de riesgo y de derivados y los banqueros y brokers de Londres, Suiza o Nueva York. Se alimentan de un sistema que somete a gran parte de la población mundial sin ningún escrúpulo y pudor. Por eso a ellos les da igual el impago de Grecia, de España o la situación en los países que claudican a la austeridad. Cuanto más grande es la deuda, más dinero tienen, porque ellos controlan los flujos de dinero.

Un sistema fiduciario establece que el valor del dinero lo establece la garantía de un estado que los respalde. Así tenemos el dólar como moneda de comparación, ya que la economía que hay detrás es la que ofrece mayores garantías. Sin embargo no hay estado que pueda garantizar el taponamiento del gran agujero que nos amenaza a todos. Se supone que los economistas de todo el mundo han trabajado para evitar que el sistema se rompa, aunque da signos de agotamiento. ¿Quién se ha preocupado de las personas?

Nuestro dinero se ha devaluado, se devalúa a cada minuto. Al igual que la vida de las personas. El sistema está organizado para que sólo importe el crecimiento, el beneficio que al final cada vez menos gente es capaz de percibir. Un mundo que destina toda su energía en crecer y que se hipoteca en ello es un mundo que no merece la pena. Porque no es un mundo para personas.

¿Dónde está el dinero? Supongo que habrá razones para que mantengamos este sistema. Que no hay alternativa porque lo más probable es que el sistema colapsae y la humanidad viviese el fin de la civilización. Pero a mí me parece una trampa. A fin de cuentas el dinero no es absolutamente nada y subordinamos la vida humana a él. No sé dónde está el dinero, lo siento. Pero ahora tampoco me importa.



jueves, 29 de marzo de 2012

¿Por qué lo llaman productividad cuando quieren decir beneficios? (II)



El otro día el millonario Warren Buffet hacía una curiosa comparación:
Hoy en día las reservas mundiales de oro son de aproximadamente 170.000 toneladas métricas. Si todo esto oro se  fundiera junto, se formaría un cubo de aproximadamente 21 metros (68 pies) por cada lado (cabría  cómodamente dentro de un campo de juego de béisbol). A 1.750 dólares por onza - el precio del oro, cuando escribo esto - su valor sería de $ 9,6 billones. Llamemos a este cubo la pila  A.
Ahora vamos a crear un montón B que cuesta una cantidad igual de dinero. Para ello, podríamos comprar todas las tierras de EE.UU. (400 millones de hectáreas con una producción de alrededor de $ 200 mil millones al año), además de 16 Mobils Exxon (la más rentable  empresa del mundo rentable, con beneficios de  más de $ 40 mil millones anuales). Después de estas compras, tendríamos 1 billón de dólares de sobra para gastar  (no hay que sentirse axfisiado tras la orgía de compras). ¿Se imaginan un inversionista con $ 9,6 billones prefiriendo A que B?
Más allá de la valoración sorprendentes, dadas el stock de oro, los precios actuales valoran  la producción anual de oro a $ 160 millones de dólares. Los compradores - los usuarios de joyería e industrial, individuos atemorizados, o los especuladores - continuamente deben absorber esta oferta adicional meramente para mantener un equilibrio a los precios actuales.
Dentro de un siglo  los 400 millones de acres de tierras de cultivo habrán producido ingentes cantidades de maíz, trigo, algodón y otros cultivos - y seguirán produciendo un botín valioso, sea cual sea la moneda. Exxon Mobil, probablemente  habrá entregado miles de millones de dólares en dividendos a sus propietarios y también tendrá activos por valor de varios billones más (y, recuerde, usted consigue 16 Exxons). Las 170.000 toneladas de oro no cambiarán de tamaño y seguirán siendo incapaces de producir nada. Puede usted acariciar el cubo, pero este no va a responder.
Es cierto que cuando la gente de dentro de un siglo tenga miedo,  probablemente  muchos todavía se apresurán a comprar oro. Sin embargo, confío en que, la valoración actual de 9600 mil millones de la pila A aumentará durante el siglo a una tasa muy inferior a la alcanzada por pila B.

En el blog en el que lo leí, Nada es Gratis, en seguida aparecieron varios comentaristas para criticar las declaraciones del Oráculo de Omaha, como lo llaman por su gran capacidad de hacer dinero. Las críticas se centraban en el hecho de que, a fin y al cabo, la gente prefería un "refugio seguro" como el oro desde siempre y funcionaba. De hecho Warren Buffet tiene parte de su fortuna invertida en lingotes, cosa que le afeaban los expertos de los comentarios. "¿Cómo va a dejar de ser un valor seguro el oro?" parecían decir los comentaristas, expresando su desagrado hacia la postura ingenua del millonario.

Buffet no es tonto. A estas alturas del partido puede permitirse decir y hacer lo que quiera. Pero es curiosa la obstinación de los expertos en razonar como erróneo lo que él dice. El precio y el valor del oro es una convención. Un católico puede pecar, pero los responsables de la economía viven sometidos a dogmas mucho más inquebrantables. Los 10 mandamientos no tienen nada que hacer frente a las leyes de la economía. Representan un mundo irracional (cae en la histeria con frecuencia), complejo y en muchos casos incomprensible; un sistema supuestamente ingobernable y que se autoregula (supuestamente).

La historia del magnate estadounidense no deja de ser representativa. Tenemos que ponernos en la situación de que si hubiese un señor en España que vendiese 10.000 toneladas de oro al año, en una jornada de trabajo, sería el tipo más productivo del país y podría ponerse un salario acorde con los beneficios generados. No podrían igualarle ni 10.000 médicos, ni 100.000 maestros ni todos los trabajadores de Zara en el mundo. Sería el hombre más productivo del mundo.

Tenemos que pensar que su trabajo puede consistir en ir a un hotel de Madrid y vender las reservas de oro de un país africano a un grupo de ejecutivos de una gran empresa minera mundial. En dos horas habría generado más riqueza que varios miles de españoles en toda su vida.

A mí cuando me hablan de "productividad" entiendo que hay algo que "producir". Me imagino a gente currando, haciendo cosas. Pongamos una gran fábrica de automóviles. Operarios en sus puestos de trabajo, poniendo tornillos y montando piezas. El resultado del trabajo de una cadena son varios miles de automóviles. El sentido común puede decir "ajá, a más vehículos mayor productividad", pero no.

Para que la empresa de automóviles gane dinero no hay que fabricar coches, eso es un "gasto", lo que hay que hacer es venderlos. Así que el ejecutivo que vende más coches a los concesionarios es el que hace realmente dinero. El que plantea la estrategia de penetración en un mercado y una campaña genial para vender coches es el que realmente está generando beneficios. Da igual las horas de trabajo, lo importante es el beneficio que la empresa saque. Obviamente ninguna empresa paga a sus trabajadores por ser simpáticos.

En el modelo productivo que nos quieren imponer se sigue esta misma dirección. Reducir los gastos, esto es pagar menos al que trabaja la materia prima o produce, y subir más los salarios a aquellos que al final del proceso generan mayores beneficios. Son los que están en los cargos directivos los encargados de encaminar las empresas al beneficio. Todo lo demás son gasto. Cuanto menos gastos tengo, mayores beneficios puedo obtener. Una empresa que tenga grandes beneficios es un negocio fantástico. Sólo hay que mirar al sistema financiero suizo o la capacidad exportadora de China y Alemania. Pero hay otras formas de obtener pingües beneficios. Las grandes reservas de petróleo, por ejemplo.

¿Es un país una empresa? No lo sé. De serlo necesariamente tendría que ser deficitaria, siempre y cuando tenga servicios sociales. Casi todos los gastos públicos suponen un beneficio social financiado conjuntamente, pero nunca una fuente de beneficios. Pero lo que ha pasado con España SA es peor, porque sus gestores han incurrido en una deuda que no pueden pagar. Corrupción y una penosa gestión ha llevado a gastos a todas luces supérfluos y dispendios propios de la Roma Imperial. Es normal que muchos suplicasen por la llegada de un mesías tecnócrata, un señor de formación ejectivo, que por tanto, hubiese demostrado su capacidad de generar beneficios.

Pero hay que hacerse una pregunta: ¿la culpa de la crisis española es del gasto público? Y lo cierto es que no. Nuestros políticos son incompetentes y corruptos, pero no superaron hasta bien entrada la crisis el límite del 60% de deuda pñublica pactado con Europa. La deuda privada es otro cantar. Ejecutivos con sueldos millonarios cuyo trabajo era generar grandes benficios, como es el caso del sector financiero, jalearon la deuda privada española, situada en un 200%. El exceso de financiación y la búsqueda de dinero fácil endeudó el sector privado, las familias y los emprendedores.

Ese exceso de deuda privada y la dependencia del ladrillo hizo más difícil financiarse a España SA, porque los que le daban dinero empezaron a dudar. Con el colapso de Lehman Brothers se cerraron los grifos, y bueno, ya os sabéis la historia: perdimos casi todos. Lo peor de España no fueron sus gobernantes ineptos, que ya es decir. Fueron los ejecutivos que al calor de sus sueldos millonarios enriquecieron a sus accionistas a costa de los españoles que "vivieron por encima de sus posibilidades".

Ahora debemos financiar una deuda creciente y la única forma es generando beneficios. La reforma laboral del gobierno pretende ponernos en manos de los que de verdad generan dinero, señores de traje y corbata que en los salones de lo hoteles cierran tratos a espaldas de los ciudadanos. Señores que deben ganar todo el dinero posible a costa del trabajador, que para ser más productivo tiene necesariamente que perder.

"Viviermos peor que nuestros padres" dicen. "No podemos vivir por encima de neustras posibildiades" dicen en Europa. Sin embargo hay una casta de señores que con sus contactos van tejiendo una tupida tela de araña que recoge los millones suficientes para solventar nuestra deuda. Nosotros tenemos que vivir mientras a oscuras, cediendo al miedo al despido y la precariedad, esperando a que alguien se decida a prenderle fuego.

No nos están salvando, se están salvando ellos con la complicidad de los gobernantes. ¿Qué te promete alguien que dice que vas a vivir peor? ¿Realismo? Sin la solidaridad necesaria para impulsar valores e ideas que cambien el sistema estamos perdidos. Que no lo llamen productividad cuando buscan benficios, a pesar de que la historia a demostrado que su búsqueda ha generado resultados negativos.

Una cadena sigue siendo una cadena por muy dorada que sea.

*Nota al pie

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