Creo que en los post anteriores he dejado más o menos claro que la justicia y las leyes humanas no son, ni mucho menos, la Justicia y Ley perfectas en las que -al menos supuestamente- están inspiradas. Nuestra legalidad, un elemento capital en la regulación de nuestra convivencia, está sujeto al cambio de los tiempos. Pero, si algo tienen en común, es la necesidad de cohesionar la sociedad. Para todos aquellos que buscan lugares comunes, ésta, y no otra, debería ser la razón por seguir luchando en su desarrollo.
Y es que, allí donde hay una comunidad de vida compartida -desde una familia hasta un país- hay un código en el que se tienen que basar las acciones humanas para no entrar en colisión. No existirá un condicionamiento exterior que nos diga que es justo o no -para los no creyentes- y no existirá tampoco una estructura conceptual con existencia propia que nos guíe el camino. El menos común de los sentidos, el común, junto con nuestra inteligencia, son nuestras únicas herramientas para abrirnos paso en el terrible y complejo universo de las relaciones humanas.
Porque el crimen y la culpabilidad existen, ya que existe un propósito claro: la convivencia. Y todo lo que escape de esta realidad, es un atentado hacia las raíces del ser social o humano. Las personas necesitas de otros para desarrollarse como tales y, por lo tanto, existe y existirá siempre la necesidad de unos códigos de conducta. También somos libres de romperlos, pero en ese caso estaremos violentando nuestra naturaleza y la de los que nos rodean.
Creo que la culpabilidad es un sentimiento que se forja en la vida en sociedad. Los recién nacidos, cuanto más pequeños, más endebles tienen sus principios morales. Por eso sólo reaccionan al castigo, y así obtienen su formación. No debo hacer esto o lo otro para evitar un castigo. Luego, aunque obre mal, y esto es importante, existe el sentimiento de culpabilidad. El ansia de descubrir, el deseo o la ignorancia nos lleva a tomar decisiones que, tras la experiencia de la vida en sociedad, sabemos nociva para la convivencia. Una sociedad madura, como el individuo, tendrá una sensibildiad a la culpabilidad y una capacidad de responder ante ella mejor.
Nuestras habilidades sociales se desarrollan viviendo en sociedad, y dependen de la sociedad en la que vivamos. Primero se requiere una sociedad para que exista unos estándares en los que fijar la reciprocidad de la justicia, en la que se desarrollen una necesidades legislativas y en la que haya unos principios comunes. Es la comunidad la que genera justicia, no al revés.
Por eso puede existir el crimen antes que la ley. Atenta al mero hecho de estar juntos. Existen comunidades donde la unión está fijada mediante imposición, en otros sitios por consenso. En algunos lugares por historia o tradición. Pero en todos existía, si bien no una voluntad de estar juntos, si una necesidad. Y en esa necesidad o voluntad se forjó lo que cada comunidad es. Ejercicios como la DUDH demuestra que la configuración se intenta unificar -creo que, por ahora, con un fracaso-.
Considero que la culpabilidad, individual y colectiva, es la que ha ido generando la justicia y la ley, al ir descubriendo posibles fisuras de la convivencia. La conciencia de que algo no favorece la unidad -y de que otras cosas si lo hacen- genería en los orígenes un cuerpo legislativo. Ahora, por desgracia, el proceso es mil veces más complejo. Muchas veces la justicia y las leyes son administradas para favorecer a unos pocos -otro tipo comunitario- que considera a todos los demás subordinados. Posiblemente porque el modelo está cambiando o se encuentra en crisis.
Una sociedad está manifiestamente enferma cuando los criminales, aquellos que atentan contra el bien social -ya sea en su forma individual o colectiva- no sufren un castigo. Sobre todo aquellos que quitan la vida, que es la raíz de todo lo demás. Cuando esos individuos manifiestamente culpables no son sólo dejados impunes, sino que además son jaleados y puestos como ejemplo. Y más enferma estará esa sociedad cuando, ante esos crímenes, no se sienta culpable.
La culpabilidad no es un sentimiento insidioso, sino que es una forma de aprender. Percibir que algo no ha estado bien nos hace más precavidos y nos enseña a realizar las cosas mejor. Hay que tener cuidado, sin embargo, porque algunos códigos y normas apuntan determinados comportamientos como erróneos, haciéndonos sentir culpables. Por eso hay que desenmascarar aquellos tabús o convenciones que pretenden establcer intereses individuales por encima de los colectivos. El secreto, que diría Aristóteles, estaría en el término medio. Repito que, una sociedad madura, es capaz de distinguir mejor entre el bien común y el bien particular.
Y es que, allí donde hay una comunidad de vida compartida -desde una familia hasta un país- hay un código en el que se tienen que basar las acciones humanas para no entrar en colisión. No existirá un condicionamiento exterior que nos diga que es justo o no -para los no creyentes- y no existirá tampoco una estructura conceptual con existencia propia que nos guíe el camino. El menos común de los sentidos, el común, junto con nuestra inteligencia, son nuestras únicas herramientas para abrirnos paso en el terrible y complejo universo de las relaciones humanas.
Porque el crimen y la culpabilidad existen, ya que existe un propósito claro: la convivencia. Y todo lo que escape de esta realidad, es un atentado hacia las raíces del ser social o humano. Las personas necesitas de otros para desarrollarse como tales y, por lo tanto, existe y existirá siempre la necesidad de unos códigos de conducta. También somos libres de romperlos, pero en ese caso estaremos violentando nuestra naturaleza y la de los que nos rodean.
Creo que la culpabilidad es un sentimiento que se forja en la vida en sociedad. Los recién nacidos, cuanto más pequeños, más endebles tienen sus principios morales. Por eso sólo reaccionan al castigo, y así obtienen su formación. No debo hacer esto o lo otro para evitar un castigo. Luego, aunque obre mal, y esto es importante, existe el sentimiento de culpabilidad. El ansia de descubrir, el deseo o la ignorancia nos lleva a tomar decisiones que, tras la experiencia de la vida en sociedad, sabemos nociva para la convivencia. Una sociedad madura, como el individuo, tendrá una sensibildiad a la culpabilidad y una capacidad de responder ante ella mejor.
"Ha sido Dios" Culpabilidad evidente manifiesta en la excusa. Vía Kelokilandia
Nuestras habilidades sociales se desarrollan viviendo en sociedad, y dependen de la sociedad en la que vivamos. Primero se requiere una sociedad para que exista unos estándares en los que fijar la reciprocidad de la justicia, en la que se desarrollen una necesidades legislativas y en la que haya unos principios comunes. Es la comunidad la que genera justicia, no al revés.
Por eso puede existir el crimen antes que la ley. Atenta al mero hecho de estar juntos. Existen comunidades donde la unión está fijada mediante imposición, en otros sitios por consenso. En algunos lugares por historia o tradición. Pero en todos existía, si bien no una voluntad de estar juntos, si una necesidad. Y en esa necesidad o voluntad se forjó lo que cada comunidad es. Ejercicios como la DUDH demuestra que la configuración se intenta unificar -creo que, por ahora, con un fracaso-.
Considero que la culpabilidad, individual y colectiva, es la que ha ido generando la justicia y la ley, al ir descubriendo posibles fisuras de la convivencia. La conciencia de que algo no favorece la unidad -y de que otras cosas si lo hacen- genería en los orígenes un cuerpo legislativo. Ahora, por desgracia, el proceso es mil veces más complejo. Muchas veces la justicia y las leyes son administradas para favorecer a unos pocos -otro tipo comunitario- que considera a todos los demás subordinados. Posiblemente porque el modelo está cambiando o se encuentra en crisis.
Una sociedad está manifiestamente enferma cuando los criminales, aquellos que atentan contra el bien social -ya sea en su forma individual o colectiva- no sufren un castigo. Sobre todo aquellos que quitan la vida, que es la raíz de todo lo demás. Cuando esos individuos manifiestamente culpables no son sólo dejados impunes, sino que además son jaleados y puestos como ejemplo. Y más enferma estará esa sociedad cuando, ante esos crímenes, no se sienta culpable.
La culpabilidad no es un sentimiento insidioso, sino que es una forma de aprender. Percibir que algo no ha estado bien nos hace más precavidos y nos enseña a realizar las cosas mejor. Hay que tener cuidado, sin embargo, porque algunos códigos y normas apuntan determinados comportamientos como erróneos, haciéndonos sentir culpables. Por eso hay que desenmascarar aquellos tabús o convenciones que pretenden establcer intereses individuales por encima de los colectivos. El secreto, que diría Aristóteles, estaría en el término medio. Repito que, una sociedad madura, es capaz de distinguir mejor entre el bien común y el bien particular.
...¿puede una sociedad dejar de estar madura?... ¿o es que con el tiempo la fruta se pudre?... en una batalla cuentan, que mientras Moises tenia los brazos extendidos, los suyos ganaban, cuando el cansancio los abatía, los suyos perdían... ¡que cansado es tener siempre los brazos en alto!...
ResponderEliminar...¿puede una sociedad dejar de estar madura?... ¿o es que con el tiempo la fruta se pudre?... en una batalla cuentan, que mientras Moises tenia los brazos extendidos, los suyos ganaban, cuando el cansancio los abatía, los suyos perdían... ¡que cansado es tener siempre los brazos en alto!... Senior
ResponderEliminar