En el otro extremo aparece la democracia directa. En este caso, el conjunto de personas interesadas participan en una reunión o asamblea, exponiendo sus propuestas y tomando las decisiones en equipo. Sí, como cuando nuestra cuadrilla de amigos tiene que decidir dónde ir a cenar. No resulta fácil, ¿verdad?
El verdadero problema reside en la propia definición de consenso, y en la forma de alcanzarlo. Un sistema de toma de decisiones debe ser eficiente en tiempo y recursos, o las decisiones llegarán tarde o jamás se decidirá nada. Las decisiones unánimes (en las que todo el mundo, o casi, está de acuerdo) son muy difíciles de alcanzar. Además, una decisión unánime puede alcanzarse mediante simple poder persuasivo (retórica o amenaza) e incluso impaciencia, y no mediante un verdadero razonamiento. Eso sí, la discusión abierta permite a las personas que mejor conocimiento tienen del tema utilizar sus argumentos para influir en las decisiones. Esta es una de las razones por la que la democracia directa se utiliza en proyectos complejos, donde es necesaria la experiencia de muy diversos especialistas.
Para la discusión:
El miembro del grupo que desean hablar, levanta una tarjeta.
- Una tarjeta verde significa «tengo algo que decir» o «tengo una pregunta». Cuando varios miembros del grupo sostienen una tarjeta verde, los que quieren hablar, son apuntados en el orden en que surgen. Cada persona habla en su turno, de forma similar a la toma de decisión cuáquera de consenso.
- Una tarjeta amarilla significa «puedo aclarar» o «necesito que me aclaren» (de lo que se ha dicho).
- La tarjeta roja es una tarjeta de proceso. Cuando se levanta la tarjeta roja pide a los miembros que observen o presten atención al proceso. Por ejemplo un individuo que levanta una tarjeta roja podría decir: «aquí nos estamos saliendo del tema», «¿cuál es nuestro objetivo al hacer esto?» o «¿qué les parece si tomamos un receso?». Les da a todos los miembros oportunidad por igual de ser facilitadores.
Después de la discusión, el facilitador articula una propuesta y hace un llamado para que muestren sus tarjetas.
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- La tarjeta verde significa: «estoy de acuerdo».
- La tarjeta amarilla significa: «me abstengo» (no me opongo pero no lo apoyo).
- La tarjeta roja significa: «no estoy de acuerdo, pero estoy dispuesto a trabajar para encontrar una forma mejor, tomando en consideración lo que se ha dicho por otros miembros del grupo». De esta manera el sostener una tarjeta roja no detiene el proceso, significa que la persona que la sostiene va a trabajar con los demás en el asunto en cuestión para traerlo a una junta posterior. Esto asegura que las tarjetas rojas no sean usadas a la ligera.
Si el lector conoce otros mecanismos o ha participado en asambleas, estaríamos muy contentos de que compartiera su experiencia.
Como puede verse, este método es efectivo en la medida en que se toman decisiones de ámbito local. No tiene sentido que en una asamblea se tomen decisiones que no impliquen directamente a los participantes. Por tanto, las instituciones que utilizan la asamblea para la toma de decisiones a nivel nacional (como la CNT), están organizadas de forma federal o confederal. Lo que esto significa es que los organismos federados delegan ciertos poderes a un organismo superior, pero conservando su autonomía para algunas competencias (la confederación tiene un poder central más limitado que la federación). Estas delegaciones, idealmente, son revocables desde la base y representan de una forma efectiva a la asamblea que los ha elegido. Los delegados constituirían otra asamblea de carácter más global (que se encarga de asuntos más generales), y así sucesivamente. Cuantos menos "escalones" necesite la federación para ser gobernada, la democracia será más directa.
La democracia directa sólo se puede conseguir en comunidades pequeñas... relativamente. La decisión colectiva es un fenómeno realmente complejo, en el que no sólo interfiere lo mejor para todos, sino el sentimiento y la comodidad. Hoy por hoy hay gente a la que le da igual cómo y quién le gobierna.
ResponderEliminarLo mejor es la tarjeta roja, necesaria para la marcha de cualquier proyecto, que me recuerda a la máxima de Voltaire que recogemos en nuestro lateral: "No estoy conforme con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo". Y Voltaire se queda corto. Aún más costoso es ceder a la decisión de la mayoría. Aunque esa decisión sea exterminar a otro pueblo...
Muchas veces a esto se le ha llamado utopia.
ResponderEliminarCon el tono de "muy bonito pero imposible"
¿ y pretender que este caos social,económico y medioambiental funcione como se llama?
¿ Democracia ? basada en la igualdad de derechos !! en la separación de poderes!! en la igualdad de oportunidades!! en el imperio de la Ley!!!
¿ cuando nos daremos cuenta que no hay otro camino que la democracia directa donde las multinacionales no puedan manejarlo todo a su antojo?
Quizá tarde... va siendo tarde ya